Punto y aparte en nuestro itinerario por los testimonios mozárabes. De esta pequeña iglesia/monasterio se ha dicho que es uno de los lugares más curiosos y dignos de ser vistos entre las antigüedades que tiene España.
Cuando ascendemos por el valle de Oza desde Ponferrada, por una sinuosa carretera que gana altura por los montes Aquilanos o de las Águilas, vamos penetrando en uno de esos reductos peninsulares donde se respira todavía olor medieval. Tras un recorrido de unos veinte kilómetros desde Ponferrada, tan excitante por su belleza como por los sobresaltos que nos proporciona la estrecha carretera, llegamos a Peñalba de Santiago. Pronto destaca la torre de su iglesia sobre el gris pizarroso de los tejados de esta diminuta aldea, que nos va a obsequiar con una de las visiones más íntimamente vinculadas al mozarabismo.
San Genadio, siguiendo la trayectoria de su antepasado visigótico San Fructuoso, tras renunciar al obispado de Astorga, se inclinó por la vida eremítica, estableciéndose en el vecino monasterio de San Pedro de Montes. Esto sucedía por el año 919. Pero, poco más tarde, en el 931, sus discípulos Fortis y Salomón, fundaban el monasterio de Peñalba bajo los auspicios de Ramiro II de León. Cinco años después, en el 936, el cuerpo de San Genadio era sepultado en el contraábside de la iglesia, que no sería consagrada hasta el 9 de marzo de 1105, como así lo atestigua una inscripción situada a la derecha de la puerta principal.
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