En las
estribaciones de los Montes Torozos, cerca de Valladolid, nos encontramos en
Wamba con otro vestigio visigótico-mozárabe: la iglesia de Santa María.
Tras sufrir tan tos cambios a los largo de
diez siglos, de su traza mozárabe sólo nos ha llegado la cabecera y la nave
septentrional, donde hace no mucho se descubrió un arco ciego de
herradura.
Las bóvedas son de cañón en sentido longitudinal y por su
peso requieren contrafuertes en los muros. Algunos arcos de herradura fueron
modificados para convertirlos en medio punto, aunque todavía permanecen
intactos los que dan acceso a las capillas absidiales. Están soportados por
pilares y no por columnas, con lo que la sensación de pesadez del conjunto es
mayor.
Son de notar las impostas bajo los arcos, decoradas con dos
o tres nacelas escalonadas y entre ellas unas bandas con pequeñas hojitas y
otros motivos muy característicos.
El resto del conjunto es románico y en el muro norte podemos
distinguir perfectamente la construcción de mampuesto primitiva, a la derecha,
continuada hacia la izquierda por la sillería románica ya más perfecta.
La parte prerrománica (mozárabe o de repoblación) está
constituida por la cabecera y el primer tramo de la nave. La primera se
compone de tres ábsides rectangulares, siendo el central más profundo que
los laterales.
En el ábside pinturas bastante bien conservadas, imitando un
tapiz. Por el momento es difícil precisar si corresponden al tiempo del
monasterio visigodo o al posterior mozárabe.
En el tránsito del presbiterio hacia un espacioso claustro,
hay una sala cuadrada con un fuste central erosionado por la humedad, que nos
recuerda a la palmera de San Baudelio de Berlanga.
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