Desde la plaza central, tendremos que tomar una pequeña calleja sin señalización y pronto nos aparece lo que queda de un probable monasterio sumergido en la nebulosa del siglo X, del que apreciamos los sillares visigóticos y algunos elementos decorativos que nos llaman la atención, especialmente en el pórtico.
En los sillares adyacentes a los capiteles vemos escenas que suscitan diversas interpretaciones, aunque el del lado derecho parece ser la entrada de Jesús en Jerusalén.
A continuación, en este mismo lado, destaca una delicada celosía, de gran finura de talla, propia de expertos artesanos, con arco de medio punto, con motivos vegetales y sogueado y con tres arquitos mozárabes en la parte superior. Tampoco aquí los expertos se ponen de acuerdo en el entrecruzamiento de influencias visigóticas, mozárabes o asturianas.
Esta celosía debió ser decisiva en la declaración de esta iglesia en 1951 como monumento histórico y artístico.
En los muros, entre los grandes sillares, de manera desordenada que indica posteriores reconstrucciones, se ven labrados algunos sogueados decorativos.
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