A este peculiar grupo corresponden casi una veintena de pequeñas iglesias esparcidas entre los pliegues de esta comarca histórica y geográfica aragonesa. Y decimos peculiar porque, desde su hallazgo en 1922, han sido numerosos los intentos de clasificar e identificar sus posibles influencias arquitectónicas, balanceándose entre el mozarabismo y el románico aragonés. Se han llegado incluso a encontrar similitudes con algunas mezquitas sirias, concretamente con la de El Omaria en la ciudad de Bosra, lo cual plantea la nada fácil cuestión de cuáles serían los caminos por los que llegarían hasta aquí estos remotos aires.
Construidas la mayoría entre el 950 y el 1024, todas ellas ofrecen ciertos rasgos comunes tales como la llamativa esbeltez de sus torres minaretes, con sus característicos dobles o triples huecos de ventanas con parteluz y con notables elementos decorativos. La mayoría de estas iglesias ha sido restaurada por iniciativa de la encomiable asociación de Amigos del Serrablo, en algunos casos ayudados por el vecindario de los pueblos del valle.
Construidas la mayoría entre el 950 y el 1024, todas ellas ofrecen ciertos rasgos comunes tales como la llamativa esbeltez de sus torres minaretes, con sus característicos dobles o triples huecos de ventanas con parteluz y con notables elementos decorativos. La mayoría de estas iglesias ha sido restaurada por iniciativa de la encomiable asociación de Amigos del Serrablo, en algunos casos ayudados por el vecindario de los pueblos del valle.
De este conjunto serrablés destacamos las siguientes iglesias, ordenadas aproximadamente de norte a sur, siguiendo el curso del río Gállego, en cuya vecindad se hallan todas.
San Bartolomé de Gavín
En el borde más septentrional del Serrablo, en la carretera que parte de Biescas hacia el puerto de Cotefablo y nada más pasar el túnel de Gavín, a la izquierda nace una pista que en escasos metros nos lleva hasta la ermita de San Bartolomé que es visible desde la misma carretera.
Los últimos estudios realizados la encuadran dentro de la primera etapa del mozárabe serrablés, en torno al 950. Planta y ábside rectangulares, con torre minarete adosada al costado sur que destaca como lo más notable del conjunto. Observando el edificio desde diferentes ángulos comprobamos su armonía general, así como los detalles ornamentales de la citada torre: friso con baquetones cilíndricos, triples ventanas con arquillos de herradura con toscos capiteles, sorprendentes rosetones con dovelas convergentes hacia el hueco central y enmarcados por baquetones verticales e impostas horizontales. En el interior, doble arco de herradura en la puerta que une la torre con la nave.
Oliván
Desde Sabiñánigo desviación a la derecha, siete kilómetros antes de llegar a Biescas. Arco interior de herradura rebajado y torre mozárabe muy reformada. De una sola nave, con techumbre de madera y ábside semicircular, ha sido restaurada en 1977.
Santa Eulalia de Susin
Santa Eulalia de Susín
En nuestra búsqueda de los vestigios mozárabes hemos disfrutado de un sinfín de emociones al encontrarnos frente a tantas pequeñas obras de arte; pero debemos decir que, haciendo el inevitable balance, en escasas ocasiones se ha superado lo experimentado ante la pequeña iglesuca de Santa Eulalia, perdida entre las fragosidades de la ribera izquierda del Gállego, aunque dejándose ver en un altozano por encima de Oliván. El caserío está abandonado y hoy es una finca particular, a la que se puede acceder solicitando en el Ayuntamiento de Biescas la correspondiente llave de una barrera. La pista sale de Oliván, baja al río y cruza por un puente donde se halla la barrera, subiendo por la otra ladera, hasta llegar, tras unos cuatro kilómetros, a la explanada de Santa Eulalia. Allí se nos aparece arracimada junto al viejo caserío, con las cumbres pirenaicas como telón de fondo, casi ruinosa, pero con altiva torre todavía dominante.
El ábside es típico del Serrablo, una aspillera central y cinco arcos ciegos bajo un friso baquetonado; en el muro, arbitrariamente distribuidos, reconoceremos seis sillares tallados con figuras geométricas, uno de ellos con una cruz con su alfa y omega, probablemente reutilizados aquí procedentes de otra anterior edificación. Igualmente al sur vemos la ya familiar impronta mozárabe serrablesa, una ventana doble con arquillos de herradura, dovelados y enmarcados por alfiz.
El ábside es típico del Serrablo, una aspillera central y cinco arcos ciegos bajo un friso baquetonado; en el muro, arbitrariamente distribuidos, reconoceremos seis sillares tallados con figuras geométricas, uno de ellos con una cruz con su alfa y omega, probablemente reutilizados aquí procedentes de otra anterior edificación. Igualmente al sur vemos la ya familiar impronta mozárabe serrablesa, una ventana doble con arquillos de herradura, dovelados y enmarcados por alfiz.
San Pedro de Larrede
San Pedro de Larrede
Desde Sabiñanigo parte la "Ruta del Serrablo", carretera estrecha pero agradable que nos deposita a los pies de la iglesia mejor conservada de este valle.
Corresponde a una segunda etapa del mozárabe del valle, entre el 950 y el 1000. Es Monumento Nacional desde 1933. Ha sido restaurada varias veces, la última en 1997.
La falta de documentación sobre sus orígenes nos impide precisar cómo llegaron hasta aquí las influencias mozárabes, pero bastaría con echar un primer simple vistazo a sus ventanas con arquillos de herradura y al aire general de su torre minarete para disipar cualquier vacilación.
Lo primero que apreciamos es el característico ábside serrablés con ventanuco abocinado central y siete arcos ciegos, presididos por el ya familiar friso con baquetones cilíndricos. En el lado sur, la puerta de entrada, armonioso conjunto con arco de herradura enmarcado por doble alfiz y tres ventanas con arcos ciegos de descarga y alfiz y otra ventana más, doble con parteluz, todas ellas con dovelas casi perfectas.
En el hastial otra ventana doble con parteluz, que puede también ser contemplada desde el interior del templo. La airosa torre presenta igualmente ventanas con triples arquillos. La planta del templo es de cruz latina con nave rectangular y dos brazos en los que, sobre uno de ellos, se ha levantado la torre; la bóveda es sustentada por arcos fajones de medio punto que se apoyan en sobrias columnas y capiteles. El arco triunfal es ligeramente sobrepasado. Afortunadamente, la asociación "Amigos del Serrablo" restauró este lugar, eliminando anteriores barroquismos y devolviéndole su primitiva belleza.
En el hastial otra ventana doble con parteluz, que puede también ser contemplada desde el interior del templo. La airosa torre presenta igualmente ventanas con triples arquillos. La planta del templo es de cruz latina con nave rectangular y dos brazos en los que, sobre uno de ellos, se ha levantado la torre; la bóveda es sustentada por arcos fajones de medio punto que se apoyan en sobrias columnas y capiteles. El arco triunfal es ligeramente sobrepasado. Afortunadamente, la asociación "Amigos del Serrablo" restauró este lugar, eliminando anteriores barroquismos y devolviéndole su primitiva belleza.
San Juan de Busa
San Juan de Busa
Si por una pequeña pista continuamos poco más de un kilómetro desde San Pedro de Larrede, todavía nos aguarda otro regalo; como olvidada en un extenso prado, pero perfectamente cuidada y restaurada, nos encontramos con la ermita de San Juan de Busa. Obra inconclusa, pues le falta el crucero y la torre, constituye otra muestra más del encanto de la simplicidad.
Corresponde igualmente a la segunda etapa del mozárabe de este valle, entre el 950 y el 1000, igual que Larrede. El ya conocido ábside serrablés entronca en este caso, de manera peculiar, con la nave única y con la cubierta a dos aguas, sugiriendo la semejanza con la quilla de una pequeña embarcación misteriosamente salida de las aguas del Gállego, que intentase afanosamente trepar por la ladera.
Corresponde igualmente a la segunda etapa del mozárabe de este valle, entre el 950 y el 1000, igual que Larrede. El ya conocido ábside serrablés entronca en este caso, de manera peculiar, con la nave única y con la cubierta a dos aguas, sugiriendo la semejanza con la quilla de una pequeña embarcación misteriosamente salida de las aguas del Gállego, que intentase afanosamente trepar por la ladera.
En la puerta de acceso, soberbio arco de herradura enmarcado por alfiz y, para los amantes de la iconografía, una curiosidad: sobre la misma puerta y en el primer arco, unos motivos decorativos que parecen ser la representación de los epiciclos planetarios de Júpiter, que deberían de ser once, pero que sólo aparecen siete, con un astro que podría ser el Sol; ésta era una teoría astrológica de Hiparco, apoyada por Ptolomeo y muy extendida hasta la Edad Media. Sobre el hastial una deliciosa ventana con tres huecos tallados en una misma piedra.
En el interior, arco triunfal ligeramente sobrepasado y, como siempre, la luz insinuante de poniente que atraviesa la triple ventanita del hastial.
Otras iglesias son Acumuer, Cartirana, Satué, Isún, Arto, Lasieso Yésero, Barbenuta, San Juan y Santa María de Espierre y Ordovés.
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