A unos veinticinco kilómetros de León, en un recodo de una carretera del municipio de Gradefes, aparece súbitamente este templo, elegante, que nos transmite la sensación de imperecedero. Es el único monasterio que nos queda de los que rodeaban la capital del reino leonés en tiempos de Alfonso III el Magno, en las postrimerías del siglo IX, pues los de Abellar, Sahagún y Sandoval prácticamente han desaparecido.
Sin lugar a dudas, es una de las joyas mozárabes mejor conservadas y más completas, dado que aquí se reúnen casi todos los elementos constructivos que caracterizan este estilo.
En la red hay bastantes páginas que describen sus características y, por supuesto, abundan las imágenes de este monasterio. Nosotros pretendemos aquí captar solo aquellas singularidades que hacen de San Miguel, precisamente eso, una edificación singular. Desde luego, a manera de síntesis.
Los arcos de herradura del pórtico estaban rodeados por un alfiz corrido del que se perdió la línea superior por debajo del tejado. Lo que queda de este alfiz se aprecia en el inicio del arco más occidental.
Puerta de acceso a la torre, con arco de medio punto, en cuyo tímpano se ha colocado un fragmento de cancel del iconostasio, con una bellísima decoración vegetal.
Ventana en la cabecera del pórtico, con parteluz y alfiz
En ambos hastiales de la nave central se aprecia el mampuesto burdo, con ladrillo en diente de sierra y celosías que recuerdan a las asturianas.
Modillones típicos mozárabes.
Templo basilical cortado por un bello iconostasio con tres arcos
En las tres capillas bóvedas de cascos o gallonadas al estilo califal
Inscripciones epigráficas sobre las tres aras de las capillas absidales.
Cancel con bellos motivos vegetales visigodos, reutilizado del templo anterior.
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